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Los líderes de fuste se consagran en las dificultades. Si Nebot rechaza su responsabilidad histórica con la Patria será recordado como el presidente que nunca fue, como el político que le quedo chico Guayaquil, pero que le quedó grande el Ecuador
Cae el precio del petróleo, el mundo perece frente al coronavirus, las economías del mundo se contraen, la corrupción carcome a las sociedades más caoticas y los precios de las materias primas se desploman. Vivimos una crisis mundial que golpea a los países menos preparados como el nuestro.
Un país rentista como el Ecuador necesita tomar medidas urgentes. Se acercan las elecciones del 2021 y los actores de la política ya sueñan con administrar esta nación en bancarrota sin saber a lo que se enfrentan. Es el momento perfecto para que vuelvan los que no terminaron de destruirnos, para que recuperen el poder, consigan impunidad e instalen un Estado de revanchas. Será el momento perfecto para que deroguen la dolarización. Todo nos conduce a convertirnos en un Estado fallido como Venezuela.
La respuesta a esta crisis está en la sociedad civil, en los partidos políticos moderados, en las instituciones democráticas y en las personas con criterio. Como medida urgente, debemos negarnos al resurgimiento de los demagogos del anterior gobierno. Esos que se agazaparon detrás de las protestas de octubre de 2019 para perpetrar el fallido de golpe de Estado, los que hoy intentan fracturar al movimiento indígena para conseguir una parte de su apoyo, los que se encuentran infiltrados en las organizaciones sociales y hasta en el Estado para manipularlos. A esos hay que rechazar unánimemente.
Ya no queda tiempo para outsiders. Las encuestas ya mencionan a algunos aspirantes. En la izquierda violenta podrían competir Jaime Vargas, Leonidas Iza o el candidato del correismo. En la derecha radical podrían aparecer Andrés Páez, Lucio Gutiérrez o Fernando Balda. Pero en el espacio de las opciones centristas, oscilando entre la socialdemocracia y la democracia liberal, estarían Jaime Nebot, Guillermo Lasso y Otto Sonnenholzner.
¿Nebot le teme acaso a que se repitan las circunstancias de su candidatura presidencial de 1996, derrotada por evitar acercarse a la izquierda moderada?
Lasso es un aspirante desinflado. Sobre Sonnenholzner pesa su relación con el gobierno actual. Queda un Nebot indeciso, paniaguado y sin arrojo. Nebot cada vez se muestra menos comprometido con ocupar el papel en el devenir de la Historia y para el que se ha preparado desde hace más de 30 años. ¿A qué le teme Nebot?
¿Nebot le teme acaso a que se repitan las circunstancias de su candidatura presidencial de 1996, derrotada por evitar acercarse a la izquierda moderada para conseguir un acuerdo de gobierno? ¿Le teme enfrentarse a las circunstancias de ajuste, al saneamiento de las finanzas públicas y a la renegociación de la deuda externa? ¿Le teme enfrentarse a un país destruido por la demagogia, polarizado por el populismo y ahogado por la corrupción?
Las apuestas por el personalismo fracasaron. Arriesgarnos por un arrebatado liderazgo volvió a salir mal con Rafael Correa y hoy estamos volcados a exigir la conformación de un gobierno que inicie desde la sociedad. Urge exigir de los partidos políticos una candidatura de consenso en el centro pluralista y empujar a sus líderes a la conformación de un gobierno de concentración nacional, que incluya a todos los frentes del pluralismo democrático.
Los líderes de fuste se consagran en las dificultades. Es fácil administrar un país petrolero con los precios del crudo por los cielos. Mientras Rafael Correa será recordado por haber quebrado un país rico, si Nebot rechaza su responsabilidad histórica con la Patria será recordado como el presidente que nunca fue, como el político que le quedo chico Guayaquil, pero que le quedó grande el Ecuador.
La respuesta a esta crisis está en la sociedad civil, en los partidos políticos moderados, en las instituciones democráticas y en las personas con criterio
* Columna originalmente publicada en la Revista Plan V el 10 de marzo de 2020.