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Cecilia Alvarado, apasionada opositora al correísmo y hermana de Rosana Alvarado, vicepresidenta de la Asamblea Nacional, dijo que no buscan un mesías, como si hablar el lenguaje del correísmo es la única alternativa de hoy
Alguien le mintió a la oposición que con oponerse era suficiente. Sus múltiples actores descuidaron su tarea de convertirse en una alternativa viable al correísmo y cayeron en la trampa de jugar con las reglas del ajedrez reinante.
La semana pasada fui entrevistado por Andrés Carrión en Quito. Asistí a un diálogo con Cecilia Alvarado, apasionada opositora al correísmo, viceprefecta de Azuay y hermana de Rosana Alvarado, una de las vicepresidentas de la Asamblea Nacional.
Cecilia, en compañía de otras lideresas mayoritariamente de derecha, forma parte de la iniciativa de oposición al correísmo llamada “La Unidad”. La plataforma es impulsada por Jaime Nebot, Mauricio Rodas y Paúl Carraco. En la entrevista analicé las tesis de la oposición y propuse varias fórmulas para convertirlas en propuestas electorales sólidas.
Lo primero que critiqué es la ausencia de principios modernos en su propuesta. El prefecto Carrasco, en la reunión de marzo, declaró los tres valores de la iniciativa: la defensa del mercado, de la democracia representativa y de las libertades. Estos tres pilares responden a una agenda necesaria pero anticuada. Es la misma propuesta de la agenda neoliberal posterior al retorno a la democracia de los 80. Como está planteada, ésta propuesta no representa una alternativa al correísmo si no discute sobre otros valores como el estado derecho, la democracia social, el pluralismo y la calidad de vida, por ejemplo.
La oposición no debe dejar de ser oposición. Tiene la tarea de formular las demandas sociales, fiscalizar a la administración, presentar alternativas políticas, pedagogizar el debate público, legitimar el poder o la resistencia, y posicionar lo social como referente de su discurso opositor, según Orlando Pardo, académico de la Universidad Libre de Colombia.
Muchas de estas tareas son imposibles de ejercer en las actuales circunstancias. El modelo de gobierno responde a una dinámica similar al paradigma comunista en donde opera un solo líder, un solo partido político, un estado total y un ciudadano total. El “ciudadano total” es lo opuesto al individuo. Es lo que en la doctrina socialista se denomina como “revolucionario”. Un revolucionario se abstrae de su condición de individuo y renuncia a ella para enajenarse en un ser social colectivo. Cuando el sueño pasa, las posibilidades de realización personal se han esfumado.
En las democracias modernas las oposiciones cumplen una función insustituible para el ejercicio de los gobiernos
En este paradigma ya no son las demandas y necesidades de los individuos las que se encausan en partidos políticos y se representan ante los gobiernos, sino que ahora son los grupos, las corporaciones, los sectores los que se sobreponen a los ciudadanos y que representan sus reclamos frente al Estado, según la venezolana Nancy Ochoa Antich, docente de la Universidad Católica del Ecuador.
En nuestra entrevista le sugerí a la viceprefecta Alvarado que una de las posibilidades para el éxito de cualquier iniciativa opositora es que cambie de paradigma de monista a pluralista, de pocos a muchos líderes, de la correísta democracia burocrática a una pluralista democracia social, que presenten un programa con principios modernos que ponga al ciudadano por encima de los grupos e intereses corporativistas, y que se interprete el proceso político en términos de campaña. Su respuesta estuvo compuesta por muletillas, lugares comunes y frases sin fondo conceptual, que es lo que generalmente hacen los fervientes defensores de la revolución correista. Sigue hablando de socialización, de mesas de diálogo, de inclusión, y de otras cosas que en realidad no significan nada.
En las democracias modernas las oposiciones cumplen una función insustituible para el ejercicio de los gobiernos. El gran desafío es que no se conviertan en sus apéndices funcionales a los regímenes. El presidente Correa siempre utiliza el adjetivo “oposición de mala fe”. Casi como un sacerdote, el señor presidente parece tener la capacidad de separar a la oposición buena y de la oposición mala. En realidad, no existen oposiciones buenas o malas, sino útiles o inútiles a los fines de la democracia. La oposición siempre debe fiscalizar a los gobiernos, proponer alternativas y competir el poder. ¿Eso hace la oposición ecuatoriana? No, y está lejos de hacerlo.
Cecilia Alvarado, apasionada opositora al correísmo, respondió a todas mis recomendaciones con la siguiente frase: “nosotros no estamos en buscan de un mesías que sustituya a Correa”. Esta respuesta es, honestamente, decepcionante. La hermana de Rosana Alvarado, no hace más que pavimentar el camino para que el presidente Correa y su grupo se perennicen en el poder.
Auto engañarse de esta forma y creer esto, equivale a hablar en el mismo lenguaje del correísmo como si esa fuera la única alternativa para derrotarlo en las urnas. Ella, seguramente, quiere ser una opositora de molde correista, una opositora que vende humo, una opositora de “buena fe”.
Mira la entrevista completa aquí: