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El proyecto de ley de educación no mejorará la calidad educativa
El objetivo fundamental de la educación universitaria es el de preparar universitarios al servicio del Estado, de la sociedad y del Plan de Desarrollo, dicen, con un convencimiento impresionante, quienes ahora gobiernan el Ecuador.
En otras palabras, para ellos, no resulta legítimo que alguien realice estudios universitarios por razones estrictamente individuales, con beneficios personales y familiares. Se proscribe al egoísta que va a la universidad pensando en su propio y único bienestar.
Para los estatistas, llámense socialistas o comunistas, el ciudadano está a las órdenes del Estado y de quienes gobiernan. Ellos le dicen al estudiante qué estudia y qué no estudia, le entrenan con pasantías exclusivas en las dependencias públicas y, una vez graduado, le dan alguna opción laboral en la estructura estatal.
El Proyecto de Ley de Educación Superior está impregnado de esa visión estatista.
Aquellos directivos universitarios que, a pesar de las advertencias, se alinearon con la Constitución de Montecristi no deberían quejarse del Proyecto. Los constituyentes, hace más de dos años, incorporaron, dentro de la Constitución, los mecanismos para que el Gobierno, en nombre del Estado, doblegue a las universidades públicas y privadas. En ese entonces debieron protestar. Lamentablemente, hicieron lo contrario y, en público, les pidieron a los estudiantes que defiendan el texto de Montecristi.
El Cardenal irlandés John Henry Newman, en la época en que se estaban levantando las mejores universidades inglesas, por 1852, en una de sus conferencias sobre la “La idea de universidad”, dijo que el “conocimiento era un fin en sí mismo y que, por lo tanto, el propósito de la educación universitaria no era la utilidad inmediata que pudiera proporcionar sino los frutos que ofrecía a lo largo de la vida, formando en el estudiante un hábito mental que perdure toda la vida, en medio de los atributos de la libertad, la imparcialidad, la calma, la moderación y la sabiduría”.
La universidad, según Newman, no estaba llamada a producir esclavos mentales, fanáticos intolerantes y seres humanos incapaces para pensar, razonar, discriminar, comparar, sin gustos refinados ni agudizada visión intelectual. Su desafío era otro: formar ciudadanos con hábitos filosóficos, apertura mental y exquisita sensibilidad humana.
El estatismo en la educación superior no es garantía de excelencia académica
Los defensores del Proyecto de Ley de Educación Superior sostienen que, de convertirse en Ley el Proyecto, las universidades ecuatorianas se convertirán, de un día a otro, en centros de excelencia académica. Con ese argumento hacen un llamado a la ciudadanía para que apoye el Proyecto.
La verdad es otra. El Proyecto de Ley no hace otra cosa que desarrollar los instrumentos para que el Gobierno, en nombre del Estado, “intervenga” en las universidades públicas y privadas y limite su radio de acción. ¿Cómo se puede sostener, entonces, que el Proyecto tiene como propósito esencial el de mejorar la educación superior?.
En las leyes no está la solución a los problemas nacionales, entre ellos, el de la educación superior.
El Proyecto, que está discutiendo la Asamblea, está muy lejos de contribuir a la causa de una mejor educación universitaria. Basta escuchar a los asambleístas que dicen que apoyan el Proyecto porque en las disposiciones finales se crea una universidad más en su Provincia.
La universidad ecuatoriana estará en mejores condiciones cuando se diluya la visión estatista que, actualmente, domina la escena pública, se cierren las peores universidades estatales y privadas por la aplicación de rigurosas y objetivas evaluaciones y se incorporen a la tarea académica docentes con el suficiente talento para formar, en los estudiantes, los hábitos mentales de los que habló Newman y que le permitirían al Ecuador multiplicar el número ciudadanos libres, tolerantes, pensantes y conscientes de su destino.
Por ahora, en muy pocas universidades ecuatorianas se forman universitarios con esa proyección intelectual y humana. En una o dos universidades estatales y en dos o tres universidades privadas puede encontrar el estudiante opciones reales en ese sentido. Los que tienen la suerte de ir a la universidad adecuada tienen la oportunidad de hacer la diferencia. Los demás, lamentablemente, deben resignarse a convivir con la mediocridad universitaria.
Con el Proyecto de Ley los estudiantes tendrán menos opciones de las que tienen a su alcance ahora.