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Hace un día escribí sobre Andrés Arauz, el presidenciable de la “década ganada”. Dije que “ostenta sólidas credenciales académicas” y aunque señalé otras contrariedades, ésta afirmación fue un error
Hace un día escribí sobre Andrés Arauz, el presidenciable de la “década ganada”. Dije que “ostenta sólidas credenciales académicas” y aunque señalé otras contrariedades, ésta afirmación fue un error. Lo reconozco.
Escribo esta aclaración para mis seguidores que, pacientemente, hicieron notar mi equivocación. Arauz se tituló en dos universidades de alto nivel académico, pero eso no valida su idoneidad moral, su experiencia administrativa, su independencia ideológica, ni su vocación democrática. Al contrario, haber participado de la infraestructura de crimen organizado estatal instalada por la revolución ciudadana, y aún defenderla, en lugar de denunciarla y enfrentarla, ya confirma su profunda indigencia ética.
Mis antecedentes profesionales en la academia podrían explicar, aunque no justificar, el error de interpretación que sostuve sobre Arauz y pido disculpas a mis seguidores en la opinión pública sobre este desliz. Aunque en la academia se califica a alguien por sus títulos, publicaciones y trayectoria, difícilmente se puede justipreciar sin beneficio de inventario a alguien como Arauz que asegura que “el dinero se crea de la nada” o que Venezuela vive en un paraíso progresista de igualdad. En Venezuela se aplican estos conceptos económicos, se imprime billetes sin respaldo, mientras el país petrolero se hunde en la pobreza, la corrupción y en la desvergüenza de sus élites gobernantes. Casualmente Venezuela es administrada por una banda de delincuentes hermanados con los líderes del partido de Arauz.
Sobre el novel político se vierten otras acusaciones graves. Participó en la caprichosa compra del avión presidencial cuyos vuelos fantasma a paraísos fiscales todavía no han sido justificados; autorizó varios procesos de endeudamiento para financiar las obras sobrepreciadas de la revolución; firmó la instalación del sistema de reparto a través del “giro específico del negocio”, la contratación de los radares chinos que nunca sirvieron o la mañosa expropiación de terrenos en donde se instaló Yachay.
También recibí la visita digital de la acostumbrada estampida de cobardes apiñados en cuentas falsas. Lo hacen bajo el velo del anonimato, la vulgaridad y la canallería
También recibí la visita digital de la acostumbrada estampida de cobardes apiñados en cuentas falsas. Lo hacen bajo el velo del anonimato, la vulgaridad y la canallería. Esos mercenarios que viven de las migajas de la corrupción tienen suficiente con vivir en su propia vergüenza.
A mis lectores y seguidores les debo todo. Inclusive debo una disculpa por esta ligereza. Tienen razón: a los corruptos y defensores de corruptos no hay que premiarlos jamás con ninguna presunción de inocencia.
Alguien así está destinado al fiasco. Es simple, si no confiaras tu carro a un ebrio desconocido, sería impensable confiarle la conducción de tu país.