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¿Quién fue el grosero?

24/08/2016 00:00 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

El mandatario se inventó que las jubilaciones de los militares no son de los militares jubilados, de la misma forma que las jubilaciones del sistema universal no son de los afiliados

Ahora resulta que el presidente Correa se siente dueño del poder civil. Alguna vez dijo que él es jefe de todas las funciones del Estado y que eso significa que él es jefe del ejecutivo de la misma forma que es jefe del legislativo, del poder judicial, del poder electoral y del poder de participación.

Según la Real Academia, un jefe es el superior de un partido, de una organización o de una empresa. Eso no significa que esa condición no esté sujeta a límites impuestos por la moral o por las leyes. Pero ser jefe, tal y como lo interpreta el primer mandatario, es convertirse en la cabeza de una corporación que centraliza el poder en todas sus dimensiones, sin límites.

Corporación viene del latín corpus que significa cuerpo. Si los órganos dan vida a un cuerpo, Correa se siente la cabeza de todo organismo estatal. Eso se llama corporativismo y de esta forma se da preferencia a los núcleos de la política creados en torno a privilegios familiares, de casta o de poder. Así es como aparecen los protegidos por el poder, que son los pocos involucrados en escándalos de corrupción de los que se tiene conocimiento, y que han sido denunciados por la prensa que el correísmo agrede tan a menudo.

Administrar un Estado con principios corporativos diluye la legitimación atribuida a los poderes por la vía del sufragio universal, la igualdad de los individuos ante la ley o la racionalidad de los individuos. Por eso se crean los privilegios, se acaba con los procedimientos y desaparecen las instituciones democráticas.

Así es como desaparece el individuo real que es aplastado por un concepto abstracto de comunidad. Es de esta forma como Correa se siente el jefe de una comunidad existente solamente en su cabeza, en donde no hay crisis y donde todos son felices gracias a él. Así aparece el dueño de todos los poderes del Estado, el padre de la patria y, por tanto, surge el Estado totalitario.

En una columna publicada en El Telégrafo el presidente Correa afirmó que los militares lo califican como un “muérgano civil” y que lo desprecian por ser “un presidente de izquierda”. Muérgano quiere decir “grosero” según los diccionarios.

Correa ha insultado de diferentes formas a quien se le ha cruzado por las narices, incluyendo a las Fuerzas Armadas. Les ha dicho “retrogrados y carvernarios” o hasta “mediocres”, con lo cual se demuestra que el mandatario no ha sido precisamente un presidente civilizado con ellos. Entonces, si la grosería define la personalidad de Correa, ser muérgano es uno de sus defectos.

Correa ha insultado de diferentes formas a todo el que se le ha cruzado por las narices, incluyendo a las Fuerzas Armadas

Pero eso no es lo más dramático en un presidente muérgano. Lo que importan en este asunto son las aspiraciones de falsa trascendencia que se atribuye así mismo, el presidente Correa. Al final de su carta dice que la insensatez azota a la República y que el tiempo le dará la razón. Claro, él es el sensato, el sabio, el lúcido de la historia. Los demás, los militares, los jubilados, los profesores, los médicos, los universitarios son los mediocres, estúpidos o locos de una realidad que existe solamente en su cabeza. 

Dicho esto borra todo lo que debería discutirse con seriedad. Existe un problema de inequidad en el sistema de jubilaciones y cesantías que debe resolverse sin mencionar las preferencias ideológicas de los gobernantes o de los militares. Detrás de esa proclama ideologizada e inútil existe el deseo de imponer la visión correísta del Estado, donde el gobierno debe violar toda libertad individual para justificar sus ansias de dominio absoluto.

En su carta Correa asegura que “ciertos sectores militares jamás han aceptado estar bajo el poder civil, ni que el Presidente sea su máxima autoridad”, y lo comprueba diciendo que esto sucede porque no le prestan un helicóptero. ¡Qué grosero!

Cada órgano del Estado tiene su presupuesto que debe ser administrado con autonomía de otras funciones del mismo Estado. Si el presidente tenía que pedir prestado el mencionado helicóptero y pagar el combustible, esto se debe a que cualquiera de los bienes militares responde a una utilidad castrense y sus administradores deben dar cuenta, como es lo correcto, de cada centavo que se destina para mantener a cada uno de los bienes públicos reservados para cumplir con sus específicas tareas.  

El presidente, por presidente que fuera, no puede utilizar los bienes del Estado a su antojo. Pero él se siente dueño de todos los bienes del Estado, de los recursos del gobierno, de las jubilaciones de los afiliados a la seguridad social y militar, de la tarea legisladora y fiscalizadora de la Asamblea Nacional, porque él es el “jefe” de una entelequia comunitaria llamada Estado, donde desaparece cualquier derecho de cada individuo y prevalece el “bien común” que es decidido por él mismo. El correísmo lo llama “el buen vivir”. Vivísimos.  

Por eso el mandatario se inventa la tontería de que las jubilaciones de los militares no son de los militares jubilados, sino del gobierno, de la misma forma que las jubilaciones del sistema universal no son de los afiliados o que las herencias no son solo de los herederos, sino de una sociedad sometida por ellos mismos y punto. ¡Qué viva esta democracia de esclavos!

@ghidalgoandrade   

   


Sobre esta noticia

Autor:
Gabriel Hidalgo Andrade (384 noticias)
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Tipo:
Opinión
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