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13/04/2018

Este país no saldrá de la encrucijada sin afrontar la sustitución integral del actual modelo de Estado, pues de no tomar la República mudanza de la situación la depreciación democrática se hará irreversible

Desde la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978  España es una   Monarquía Parlamentaria en la  que el rey ostenta la jefatura del Estado  si bien desposeído de todo  poder  ejecutivo que está conferido al Presidente del Gobierno   elegido por el Parlamento, emanado del voto universal, libre, igual, directo y secreto de todos los electores.

Carácter testimonial que la convierte  en  referente de disfuncionalidad y hace  de su continuidad  un  sin sentido, y eso es así por más  que  los artífices de su restauración  quieran arroparla de  legitimidad, pues lo cierto es  que lo inservible  de la fórmula monárquica  es manifiesto y su prolongación en el tiempo es a todas luces    contraproducente; circunstancia  que no hace mas   que pronunciar la situación  de deterioro,   pues en la actual coyuntura  la monarquía   no pasa de ser  el inútil símbolo de  un país  que no cesa de sepultarse en el pasado   sin trazas  de reactivación

Atrás debe quedar  por tanto el falso mensaje que atribuye   a la realeza la instauración del sistema democrático, esa interesada maniobra  tendente a relacionar  nuestro marco de libertades, derechos, deberes y obligaciones como éxito de la corona, cuando lo cierto es  que nada tienen que ver, pues la   democracia ensimisma  está muy por encima de una institución efímera, absurda e incongruente como la monarquía.

Tras  cuarenta años de  compleja pervivencia desde sus orígenes en la dictadura franquista, nada beneficioso  ha reportado a los ciudadanos del común, a esos que contra viento y marea  todos los días sacan este país adelante, contrariamente a los  que con sus excesos y corrupción  están poniendo en grave peligro los fundamentos más elementales de nuestro sistema democrático  siendo por ello  y  por su nula aportación a la  buena marcha del país que, aquí y ahora, la institución monárquica, además de perjudicial resulte  totalmente baldía.

El cuestionamiento de la monarquía no obedece tan solo  a los  errores y negligencias cometidas en el diseño de su propia génesis, sino también a  la   combinación  de errores institucionales, de  conductas inapropiadas e  intolerables que sustrajo  su solvencia  e indujo   su refutación como referente   de  utilidad política.

Circunstancia  que no solo causó  su propio deterioro, sino  que realimentó    la convicción política  que   el régimen republicano era más apropiado  para afrontar  la solución  de los grandes retos  del país.

La obstinación  en  prorrogar  la continuidad  política defendiendo lo inservible,   fue otra   de las  frivolidades que a pesar de entrañar  consecuencias funestas no supo evaluar  la Casa Real, tal fue así que desde el mismo foro se llegó  a proclamar  que la institución monárquica  era  un referente de ponderación investido por la ciudadanía, a pesar que  su    instauración  y  entronización   fue determinación exclusiva  del dictador, y por tanto, ajena a la voluntad popular.

La instauración y entronización de la Monarquía fue determinación exclusiva del Dictador, y por tanto, una decisión totalmente ajena a la voluntad popular

Siendo otro despropósito añadido, utilizar el resultado del referéndum de la Constitución del 78 como  argumento de legitimación, cuando todo aquello  transcurrió  asimilado  a un clima de coacción sociopolítica, carente de garantías  democráticas  y envuelto  en un clima  de amenazas  e retroceso.

Aspectos todos ellos  que propiciaron que cada vez sean mas numerosas las voces que se han alzado a favor de abrir  un proceso constituyente y un referéndum sobre el modelo de Estado,   donde el pueblo pueda hablar  y decidir  si quiere monarquía o república.

Justificada aspiración partiendo de la base  que el  70% de la población de este país no tenía edad de votar cuando en 1978 se aprobó el contenido  de  la actual Constitución, siendo por tanto un debate inevitable que ahora ha resurgido, pero siempre ha estado ahí y que mas que impedimentos  precisa  de resolución

Después del fracaso del modelo que nos condujo  a la actual debacle,   no cabe una segunda Transición, es decir,   hacer unos retoques cosméticos de la actual Constitución, para blindarla en mayor medida  y así seguir preservando  sus privilegios y beneficios, .

 

Debiendo  quedar   claro .que todo lo relacionado con la misma, es un todo  superado por la ciudadanía que harta de ninguneo   reclama mayor participación en la vida política, y exige poner fin a un sistema político, corrupto y antidemocrático impuesto por las leyes de la dictadura franquista y en constante proceso de involución.

Es por eso, que en este 14 de abril aniversario de la proclamación de la Segunda República,   haya motivos mas que sobrados para demandar su restauración, y no tan solo como  un simple modelo de Estado, sino como punto de encuentro donde la libertad, igualdad y fraternidad confluyan el pro de la convivencia y la consolidación de una  democracia real.

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