Spider, viendo a su víctima asustada, la pone contra la pared, mientras que con sus filosas garras la desgarra. A media noche y a tenue luz dentro de la habitación, Spider encierra a sus víctimas y las destroza, luego deja sus cadáveres allí hasta su putrefacción.

En la habitación, no hay luz, solo se iluminan las paredes por un pequeño rayo de luna que deja ver las herramientas de tortura que usa Spider para poder atormentar a sus víctimas. Los cadáveres son arrojados, como despojos, después de que los gritos ya fueron silenciados, por un gran dolor que no solo marca la carne sino el alma misma. Este es quizá el crimen perfecto, en un pequeño poblado, donde sus habitantes van muriendo en las garras de este feroz animal.

-¿Quien anda allí…? -preguntó un chico, de baja edad y que se adentró a una bodega abandonada, llamado por los ruidos extraños que surgían desde dentro -. ¿Quién anda… allí?… conteste…

No hubo respuesta.

-¡Sal, seas quien seas! -gritó de terror el joven muchacho. En el momento en el cual encontró el interruptor de la luz y se dispuso a oprimirlo, una fuerte zarpa lo agarró y con un rápido movimiento, aquellas garras como zarpas, mancharon sus camisa con sangre, el ardor lo inmovilizó., se sentía débil, escupió sangre y cuando quiso levantarse la garra lo atrapó por el cuello y lo levantó, allí vio el cadavérico y pálido rostro de Spider.