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En los años 60, la izquierda ortodoxa la omitió casi como si fuera una pedrada
El Reloj del Tiempo.
AMLO, debe entender el actual proceso mexicano y avanzar hacia la unidad territorial, para así, tener la oportunidad de dinamizar a la población, allí enclavada y, que sirva de transculturización a las nuevas vertientes económicas que se encuentran focalizadas en un modelo comunicacional no abstracto. Recordemos que el proyecto norteamericano de globalización, logro su enclave con Donald Trump que, lo elevo a una economía global y un atractivo global, tal, como lo enmarca el compañero filósofo Heinz Dieterich, quien fue cuestionado y le hicieron la guerra asimétrica y mediática para que se alejará de Venezuela y lo hizo. Pero, Chávez quedo solo y los lumpers y dragones de la muerte lo llevaron hasta la muerte y tumba, al no ejecutar lo referido por este académico alemán.
Estoy, un poco incomodo por las apreciaciones que puede tener AMLO, en referencia a Nicolás Maduro Moros, ojalá no lo lleve al precipicio económico. Antes de tiempo.
Indudablemente, Estados Unidos de Norteamérica seguirá respondiendo a su proyecto hacia Latinoamérica y, las reformas electorales les esperan a los países de la alianza, habrá soluciones individuales que incluye el bloqueo de activos y prohibición de transacciones en el sistema financiero de EEUU o bajo de su jurisdicción, bloqueo de propiedades o intereses en una propiedad y, negación o revocación de visados.
Tras las elecciones, el país tiene un gran desafío y, lo que llega es inmenso. Mucho se ha escrito sobre este triunfo, pero, lo primordial es el rechazo a los actos de corrupción y los mexicanos, desean una mejoría en su calidad de vida. La prudencia y el análisis, vendrán bien. Haciéndose necesario consolidar la libertad de expresión.
En este arranque, debe quedar atrás de manera definitiva, la visión binaria de que este país, solo hay dos grupos, los que apoyan a la nueva administración y los que la rechazan. Este relevo de poder, representa un hito en la historia del país. Sí el gobierno marcha bien, al país le irá mejor.
Se debe recordar que la figura jurídica romana, en todo el continente esta vigente y, que los pueblos buscan su libertad. La sociedad novohispana estuvo bajo el escrutinio de la monarquía y de la Iglesia Católica, provocando que la esclavitud de los pueblos debería someterse a distintas formalidades y registros.
Andrés Manuel López Obrador corona más de 42 años de lucha social y política por la democracia, que se inició con la defensa de las comunidades chontales de su natal Tabasco y culmina con su llegada a la Presidencia de la República. A partir de este sábado impulsará un gobierno popular en busca de la cuarta transformación de México y para acabar con 36 años de periodo neoliberal, erradicar la corrupción y la impunidad, así como cambiar la forma de hacer política. Originario de Tepetitán, municipio de Macuspana, Tabasco, el político de 65 años ha participado en siete elecciones, de las cuales se reconoció su triunfo en dos: para jefe de Gobierno del Distrito Federal, en 2000, y las presidenciales del pasado primero de julio, tras obtener más de 30 millones de votos abanderado por Morena, el partido que fundó en 2014.
la producción energética, en lugar de crecer, se estancó (CFE) o se redujo (Pemex) y la reforma energética se tradujo, a la postre, en depresión económica para diversas regiones de la nación y en el encarecimiento de los combustibles en general, lo que incidió en el mediocre desempeño económico del sexenio y se tradujo, para colmo, en brotes de descontento social en puntos tan distantes del territorio como Mexicali e Ixmiquilpan. Por añadidura, la reforma mencionada llevó a la pérdida de la soberanía energética, hasta el punto de que actualmente México no sólo es importador neto de gasolinas sino hasta de petróleo crudo, y buena parte de su generación eléctrica depende del gas natural comprado a Estados Unidos.
A fin de cuentas, el sexenio de las reformas ya terminó.
Ahora, México exige un mejor dialogo y de valientes. No es solo palabras, es el ejecútese a las normativas y, el mismo debe ir más allá, porque la madurez es necesaria y, ante esta grave situación, es posible que veamos la luz al final del túnel para el continente con AMLO en el poder
Hace 60 años, en 1958, apareció la primera edición de La condición humana, el libro que consagró a Hannah Arendt como una de las pensadoras más prolíficas y polémicas del siglo XX. Como el de la mayoría de los textos clásicos, el destino de esta obra resultó tan impredecible como su historia. Goethe dijo alguna vez: la dimensión de un pensador no se mide tanto por el número de sus seguidores, sino por la talla y la inteligencia de sus críticos. Nada se ajusta mejor a la extraña y seductora originalidad que encierra el volumen de Arendt. En rigor, durante las primeras dos décadas y media de su circulación, no sumó más que críticos. Hoy ha devenido un clásico que sirve como inspiración a las más disímbolas franjas de pensamiento y, en particular, a la teoría crítica y la izquierda del siglo XXI que quiere desembarazarse de los fantasmas y pesadillas que le legó su propia historia en el siglo XX. Judith Butler, Giorgio Agamben y Roberto Esposito, entre otros, se cuentan entre sus meticulosos –y no precisamente incondicionales– lectores.
En los años 60, la izquierda ortodoxa la omitió casi como si fuera una pedrada. La homologación entre la experiencia del fascismo y el Gulag, ahora figurada mediante un nuevo concepto del trabajo, la distinción entre homo favery animal laborans, fue vista como un simple artilugio liberal. Por su parte, algunos teóricos liberales, se aprestaron rápidamente a desfigurar la tesis de Arendt, con la grotesca conclusión de que, ante la experiencia totalitaria, la democracia liberal representaba la menos agravante de las opciones políticas de la actualidad. En vida, Arendt se encargó de refutar la banalidad de esta conclusión chillonamente ideológica. Pocos textos como La condición humanacritican de manera tan extenuada la lógica del trabajo en una sociedad capitalista, en la que el ser humano no puede ser más que un medio y nunca un fin en sí mismo.
También se enfrentó a su propia tradición, la tradición judía. Crítica abierta de la interpretación oficial del Holocausto, así como del derrotero que había adoptado el Estado de Israel hacia los años 60, nunca trastabilló –por más amargo que fuera el debate– al defender sus posiciones frente a quienes irónicamente ella les había salvado la vida. Y una parte del actual feminismo radical, como escribe Seyla Benhabib, se siente incómodo frente a su legado por su desterritorialización de las mujeres, por más que Arendt haya fraguado el personaje conceptual de la pensadora en el siglo XX.
¿Por qué entonces se sigue leyendo con más intensidad y entusiasmo que nunca? Aquí tan sólo una hipótesis.
Como escribe acertadamente Esposito, Arendt tiene muy poco de liberal, por más que fue una cuidadosa lectora de sus pensadores del siglo XVIII. Finalmente, es una crítica de la modernidad desde la modernidad misma, no su apóloga. Sus orígenes se encuentran en otro mundo: la fenomenología fundada por Husserl, después, Heiddeger y, por supuesto, Jaspers.
Si se lee la tesis central de Los orígenes del totalitarismo, un libro como señala suspicazmente José Luis Barrios que describe y no prescribe –un rasgo nodal de la prosa de La condición humana–, la conclusión es ésta: el totalitarismo es un orden político y existencial en el cual el soberano no sólo aniquila a sus opositores sino a quienes no tienen más remedio que aceptarlo. Es decir, no sólo extermina a los que dicen no, sino también a los que dicen sí –pues no hay salida–. Nunca antes Occidente había presenciado un fenómeno de esta naturaleza, sobre todo si se observa la anulación completa de toda forma de empatía. La condición humana adelanta una explicación de esta fatal cerradura de lo vivo que se extendió a lo largo del todo el siglo XX, y se sigue en sociedades como la mexicana hoy en día.
Pero la posición de Trump no deja mucho margen
Al parecer, en Arendt el centro de lo político, como señala Wendy González, se ha desplazado hacia la dialéctica de una catástrofe: por un lado, se pone todo el énfasis en la potenciación de la vida (educación, salud y el cuidado de sí), por otro, la vida se vuelve una simple moneda de cambio prescindible. El tema de la relación entre la vida y los dilemas de la modernidad data desde el siglo XIX. Se encuentra en filosofías como las de Nietzsche y Bergson. Pero nadie lo había situado donde lo colocó el texto de Arendt en 1958. La modernidad contiene un círculo fatal: no sólo puede anular la condición social de millones, sino volver sus vidas prescindibles.
Tal vez La condición humana es el primer llamado filosófico y conceptual acertado a reconsiderar los dilemas por los que atraviesa la desensibilización de las formas de empatía y justicia que Rousseau previó en el siglo XVII. Ángel Álvarez sugiere que acaso ocupa en el siglo XX un lugar tan enigmático como el que fijo el autor de El contrato social en el siglo XVII. De ahí la fuerza del problema que plantea. Pues de eso trata el pensamiento: de plantear las preguntas que nadie puede evadir.
Y México es un paradigma que debe cambiar todo, duro trabajo para AMLO.
Quienes vaticinan el fin de la historia lo han hecho desde un enfoque universal, pero la tesis podría aplicarse también a países como Nicaragua, donde sus mandatarios de los últimos ochenta años asumieron que con ellos se había llegado al fin de la historia nicaragüense, salvadoreña y mexicana.Por ejemplo, según los Somoza (1936-1979) estaban dadas las condiciones, para que en Nicaragua se viviera “for ever” (para siempre) el estadio último de su evolución política. Pero aquel modelo se desmoronó por la corrupción, la desmesurada represión, el desapego de sus países aliados y la insurrección popular interna.
En 1979, después de una lucha armada contra los Somoza y su Guardia Nacional, triunfó la ideología de la revolución, el antimperialismo y el discurso del socialismo enarbolado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) cuyos líderes aseguraron también que el pueblo había elegido esta nueva forma de gobierno, para siempre.
Ahora, Peña Nieto acabó con México, surge AMLO. Hay quienes afirman que ocurrirá el fin de la historia. Desde el siglo XIX Hegel y Marx abordaron ese final desde diferentes perspectivas. Hegel lo planteó como la supremacía burguesa. Por el contrario, Marx promulgaba una sociedad sin clases, ninguno ha ocurrido.
Sigue gobernando, el capital.
Poco antes de que asuma el gobierno, inversionistas, analistas y políticos de Estados Unidos buscan definir quién y cómo será el presidente Andrés Manuel López Obrador, y por ahora, no hay consenso: sigue siendo un enigma. Sin embargo, lo más preocupante para muchos en torno a la relación bilateral no es tanto qué hará el nuevo gobierno mexicano, sino la errática y provocativa política del régimen de Donald Trump, el cual ya preparó la primera crisis bilateral para dar la bienvenida a López Obrador.
Los medios aquí reportan que López Obrador está asustando a inversionistas (The Wall Street Journal); otros, que está por ofrecer un momento positivo para inversionistas, ya que algunos estiman exagerados los temores (Bloomberg), mientras algunos más están alarmados porque está por llegar un posible enemigo de la democracia (Financial Times), junto con lo de siempre, de que es impredecible, temperamental y no se sabe cuál versión de él gobernará (The New York Times). Otros siguen usando la palabra del momento, el término cada vez más ambiguo de populista (un titular buscó fusionar todo y llamarlo populista pragmático).
Expertos y ex diplomáticos (incluyendo ex embajadores en México) pronostican un camino difícil y posiblemente hasta explosivo entre los dos líderes, en parte por sus personalidades y otros por sus políticas divergentes. Ofrecen listas de recomendaciones de lo que debería hacer el nuevo gobierno, desde política económica, energética y de seguridad con la cooperación antinarcóticos, con Estados Unidos al centro.
Casi todos indican que la primera crisis bilateral del nuevo presidente ya está más que anunciada: los buscadores de asilo en la frontera. De hecho, sólo 24 horas después de que López Obrador asuma el gobierno, su canciller Marcelo Ebrard viajará a Washington para verse con los secretarios de Estado, Mike Pompeo, y de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen para continuar abordando el asunto.
Ebrard ya había iniciado negociaciones discretas con Pompeo en Houston hace unos días. Versiones periodísticas informaron que se logró un acuerdo, pero eso fue desmentido, y Ebrard insistió en que lo único que existe por ahora es una conversación sobre cómo tratar la situación.
: mientras avanzaban las pláticas entre los estadunidenses y el gobierno electo la semana pasada, tuiteó que a los solicitantes de asilo no se les permitiría el ingreso a Estados Unidos hasta que un tribunal apruebe sus peticiones y que todos permanecerán en México. Si por alguna razón se hace necesario, cerraremos nuestra frontera sur.
Lo que está en juego es, en parte, fijar algunos principios de la relación entre el nuevo gobierno mexicano y el régimen de Trump. La posición de este último es que México sea antesala en el proceso de evaluación de peticiones de asilo, algo que puede durar meses y hasta años.
Escrito por Emiro Vera Suárez, Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en El Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, columnista del Aragüeño y coordinador cultural de los diarios La Calle y el Espectador- Valencia. Hora Cero.
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