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De vivir en Oriente hace dos mil años, Harry Potter podría ser uno de los Reyes Magos que fueron a adorar al Niño de Belén, pero hay autoridades religiosas cristianas que declaran demoníaco al personaje creado por la imaginación de la escritora británica, J.K. Rowling.
Colocan a Harry Potter entre las movimientos postmodernos que mezclan pastillas de éxtasis, el juego de la huija, la lectura de cartas, los tarots y la astrología, aficiones a las que se le añade el crecimiento de las sectas satánicas cuyos sacrificios rituales alarman a la policía de distintos países cristianos, musulmanes u oficialmente ateos como la República Popular China.
Su razonamiento encadena la idea de que el mundo mágico infantil es una vía natural hacia las ciencias ocultas que llevan a los aquelarres demoníacos, que siguen con la pornografía que lleva directamente a la pederastia, según las prédicas de los fundamentalistas religiosos que tratan de asustar a muchas familias con niños.
Vincular la imaginación de Rowling con las más oscuras supersticiones e ignorancias lleva a una "corrección religiosa" que está poniéndose de moda y que es no menos estúpida que la "corrección política", según Susan Jarknovich, antropóloga, reconocida especialista en mitos folklóricos y profesora universitaria. "Los fundamentalistas musulmanes están también cada vez más obsesionados con la magia", añade.
"Quieren matar a Potter, a Merlin y a todos los seres prodigiosos, incluida a Blancanieves, porque además de tener magia vive con enanitos (personas pequeñas, debe decirse ahora) que odian a las mujeres, y eso no es políticamente correcto".
"Los talibanes empezaron destruyendo las Mil y una Noches", advierte Jarknovich.