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Cada una de las etapas del aliancismo supuso una ruptura violenta y de persecución. Cuando Rafael Correa rompió con los sectores de izquierda que lo llevaron al poder, los persiguió y criminalizó sus denuncias y protestas callejeras. Lenín Moreno hizo lo mismo, aunque con una cara bonachona
Hoy murió el tercer aliancismo. Lenín Moreno, actual presidente del Ecuador, se desafilió de Alianza País, la organización política que fundó junto a Rafael Correa.
El aliancismo fue el vehículo que escaló en el poder hasta instalar un poder totalitario que fue desinflándose con el tiempo. El aliancismo es un tigre de papel y franquicia del socialismo chavista en Ecuador.
La aparición, auge y caída del aliancismo responde a un fenómeno estadístico llamado distribución normal o Campana de Gauss, destino que fuera explicado con precisión casi profética en otra columna de opinión, publicada varios meses antes de que se celebraran las más recientes elecciones presidenciales. Lo dicho: en 2006 el aliancismo obtuvo el 23% en las presidenciales, en 2009 el 52%, en 2013 el 57%, en 2017 el 39%, en 2021 el 33%. El ascenso, seguido por el auge y la actual caída son fenómenos matemáticos irremediables.
En 2006, el aliancismo encumbró a varios sectores de izquierda progresista liderados por un joven economista y profesor universitario, en un entorno de crisis de credibilidad de las instituciones y de los partidos políticos, para expedir un nuevo orden personalista de instituciones.
En 2009, ese novel político capturó el voto indigenista y lo conservó en la siguiente elección presidencial, pero prescindiendo gradualmente de los sectores izquierdistas e indigenistas que lo llevaron a la consolidación de un poder totalitario. Con todo ese poder, instituciones, recursos, electores e influencia, el aliancismo se apuntaló como un régimen personalista despótico en permanente expansión.
En 2013, casi 6 de cada 10 electores favorecieron el producto de un régimen de obras públicas y generación del empleo por la vía del crecimiento estatal desmedidos, pero ignorando los costos en materia de corrupción, sobreprecios, gasto y endeudamiento público. Sin embargo, con la caída de los precios internacionales del petróleo de 2010 y el terremoto de 2016, el gobierno nacional no pudo sostener su política de despilfarro y buscó imponer medidas impopulares como el impuesto a las herencias.
El aliancismo fue el vehículo que escaló en el poder hasta instalar un poder totalitario que fue desinflándose con el tiempo
Desde 2013 a 2017, en cuatro años, el aliancismo cayó 18 puntos de aceptación, estabilizándose en el 39% de votos en las presidenciales de 2017 y cayendo sostenidamente 4, 5 puntos por año desde el segundo aliancismo de Rafael Correa hasta el tercer aliancismo de Lenín Moreno. Esto se confirma en la caída entre 2017 y 2021 que entre elección y elección reflejó un descenso menos importante que el anterior, pero igualmente sostenido de 1, 5% de votos por año, lo que sitúa al cuarto aliancismo, el de la más reciente etapa, en el equivalente voto populista histórico que rodea el 30% de votos en cada elección.
Cada una de las etapas del aliancismo supuso una ruptura violenta y de persecución. Cuando Rafael Correa rompió con los sectores de izquierda que lo llevaron al solio presidencial, los persiguió judicialmente y criminalizó sus denuncias públicas y protestas callejeras. Cuando Lenín Moreno rompió con el segundo aliancismo que lo catapultó, los judicializó igualmente, aunque con una cara bonachona. Sin embargo, los sectores expulsados del primer aliancismo nunca intentaron perpetrar un golpe de Estado en contra del segundo aliancismo como si intentaron estos con la tercera etapa de sus copartidarios.
Con la desafiliación de Lenín Moreno muere el tercer aliancismo. El primer aliancismo fue el que instaló y expidió la Constitución de 2008, la que sembró, con ingenuidad monumental, las bases institucionales del Estado personalista e hiperpresidencialista. El segundo aliancismo fue el que consolidó orgánicamente el liderazgo totalitario de Rafael Correa, arremolinado en torno a su persona, sin controles institucionales y que instaló el todavía vigente Estado delincuencial caracterizado por el sobreprecio, la opacidad y las violaciones a los Derechos Humanos.
Más recientemente, el tercer aliancismo es el que dejó en el poder a los subalternos del segundo y primer aliancismos, actores resentidos con la segunda de estas etapas y que se quedó con el poder para la reparación de las deudas gansteriles. El único en capacidad de no perder las elecciones fue Lenín Moreno, que las ganó en una elección cuestionable, con el encargo de no perseguir los delitos de sus sucesores y que instaló un autoritarismo blando que continuó con la política de criminalización de sus adversarios, heredada de sus antecesores y ejecutada como una lucha entre facciones de una misma mafia.
Se llama como “aliancismo” porque está antes y por encima de categorías menores como el correísmo y el morenismo. El aliancismo contiene a ambas etiquetas en tres etapas de nacimiento, auge, conflictos, persecuciones y declives. El aliancismo es uno solo, una sola etapa de abusos, pero comprendida en distintos momentos.
Está pendiente la instalación de un último aliancismo, sobreviviente a la muerte de sus padres. Pero para resistir a su inminente desaparición tendrá que matar su herencia. Es lo que siempre sucede. O tal vez deba reinventarse. El tiempo lo dirá.
Se llama como “aliancismo” porque está antes y por encima de categorías menores como el correísmo y el morenismo
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