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El gobierno socialista imita la organización popular de Venezuela y Cuba
Junto a los comandantes Castro y Chávez, el Presidente ecuatoriano anunció, en medio de una ruidosa ovación de sus agotados seguidores, la creación de un millón de comités barriales de defensa de la revolución y del gobierno. Ante el poco impacto del anuncio entre los asistentes al Olímpico Atahualpa, el trío se esforzó por deleitarlos con canciones revolucionarias mal interpretadas. A la salida del espacio deportivo los espectadores solamente recordaban la imagen de los célebres cantantes: un octogenario casi mudo, un cincuentón gritón y un cuarentón ronco.
Quienes no estuvieron en el Estadio prestaron más atención al anuncio presidencial. Algunos acuciosos comunicadores formularon interrogantes interesantes: ¿por qué el Presidente Correa hizo tal proclama el día de su posesión popular, junto a los gobernantes socialistas con menos credenciales democráticas?, ¿qué existe detrás del anuncio?.
A nadie debería llamarle la atención el anuncio presidencial si el propósito fuera que la revolución ciudadana abandone sus rasgos elitistas y descienda al lugar donde se encuentra el ciudadano de carne y hueso: el barrio, la manzana, el caserío. Después de todo, en los dos años y medio de socialismo mercantilista, los beneficiarios del proyecto político han sido ciertos grupos y clientelas que han tenido la suerte o la habilidad de haber podido estar cerca del poder. A los de abajo les han llegado algunos bonos. Nada más. Para los pobres, el desempleo y el costo de vida han subido.
A fin de saber hacia donde se orienta el Ecuador es suficiente mirar lo que ha ocurrido en Venezuela, desde 1999, dado que el coronel Chávez es el gran inspirador de los gobernantes ecuatorianos. ¿Acaso no es el gobernante venezolano el autor del presidencialismo constituyente y de los símbolos del proyecto bolivariano, entre ellos, la canción “la espada de Bolívar camina por América latina”? La ruta que ha seguido el gobierno chavista se parece a la ruta del gobierno correísta, con ciertas diferencias de tiempo y de matices.
En Venezuela existen no sólo comités barriales revolucionarios armados sino misiones altamente rentables para los que asisten a ellas. En los comités y en las misiones se hace proselitismo y alguna labor comunitaria. Hasta allí no hay problema. El inconveniente está en las tareas de espionaje comunitario, el financiamiento estatal, la circulación de armas, el entrenamiento cuasi militar para librar una guerra civil en contra de los enemigos del gobernante socialista.
La oposición tiene el desafío de organizarse a nivel barrial
El entorno del Presidente Correa ha sido claro en decir que los comités barriales no servirán para armar a la población ni contarán con recursos estatales. En otras palabras, no funcionarán ni se organizarán como las misiones y los comités chavistas. Ojalá así sea.
A inicios del siglo pasado había en Europa dos gobiernos que eran primos hermanos, el de Hitler en Alemania y el de Mussolini en Italia. Muchos críticos de Hitler decían que el Duce, como se le llamaba a Mussolini, no incurriría en los excesos del nazismo, pues, el fascismo italiano era diferente. Segismundo Freud le envió la copia de un libro coescrito con Einstein con la siguiente dedicatoria: “A Benito Mussolini, de un hombre viejo que saluda, en el gobernante, al héroe de la cultura”. Churchill también le prodigó un reconocimiento especial. Ninguno de los dos había advertido que la mente de Mussolini tenía los mismos componentes intelectuales que la de Hitler.
En 1938 sucedió lo inesperado, Mussolini, ante la sorpresa de la comunidad internacional, aprobó un paquete legislativo de corte racista muy parecido al que había impulsado Hitler, tres años antes, con la legislación de Nuremberg. En 1943, el Duce cercó a los judíos italianos, tal como, un año antes, lo había hecho Hitler. Poco le importó a Mussolini que el Movimiento fascista haya sido organizado y financiado por judíos.
Con estas y otras referencias históricas, existe la posibilidad, aunque sea remota, que los comités ecuatorianos de defensa de la revolución terminen por parecerse a los de Venezuela. El componente ideológico de los dos gobiernos es el mismo. La necesidad de peremnizarse en el poder la comparten ambos gobernantes. No está en sus planes dejar el poder ni ser relevados. Llegaron para quedarse. Los comités son extremadamente útiles para este propósito.
La oposición democrática ecuatoriana tiene un gran desafío: llegar, al igual que el gobierno, al barrio.
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