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El ejemplar oficial de la policía está privado de su libertad como cómplice de un magnicidio inexistente
Aunque los voceros gubernamentales dijeron que se trató de un simple teatro, la imagen de la hija del Coronel Carrión, con lágrimas sobre sus tiernas mejillas, descolocó a los verdugos de su padre, a quien lo habían incriminado, no como autor sino como cómplice, de un inexistente magnicidio.
Una buena imagen vale más de diez mil palabras.
La despedida del padre, entregando una bendición a su hija, antes de ser llevado a la cárcel de máxima seguridad, transmitió a la ciudadanía el dolor que sufren los inocentes ante la injusticia judicial y sirvió para que una buena porción de ecuatorianos se solidarizara con el alto oficial y su familia.
Cuando alguien resulta llamado a juicio penal como cómplice o encubridor, lo más prudente es que existan justificadas dudas razonables sobre la responsabilidad del imputado, ante la falta de evidencias de los fiscales y de los jueces para incriminarlo como autor.
El Coronel Carrión ha sido llamado a juicio como cómplice, por decisión del fiscal y del respectivo juez.
¿No hubiera sido más saludable que, en un proceso penal de tanta importancia procesal y mediática, se le hubiera acusado de autor, con todas las evidencias, indicios y elementos de convicción?.
Si no se lo hizo fue porque las evidencias, los indicios y los elementos de convicción no fueron suficientes ni determinantes.
En todo caso, llamado a juicio como cómplice, seguirá privado de su libertad y recluido, como imputado peligroso, en una cárcel de máxima seguridad, donde, como ha dicho su abogado, corre peligro su integridad, al tener que compartir un espacio con aquellos delincuentes, ya condenados o detenidos, a los que, alguna vez, el ejemplar policía contribuyó a ponerlos detrás de las rejas.
La imagen del Coronel y de su hija apareció en las portadas de los periódicos y circuló por las redes sociales.
Quienes habían estado mirando de lejos el proceso penal en contra del Coronel pudieron, gracias a esa imagen que circuló, sobre todo, por internet, apreciar la magnitud de la persecución judicial y solidarizarse con el dolor de una familia injustamente sometida a los peores sufrimientos afectivos.
El coronel bendijo a su hija antes de ser llevado a prisión
Mientras los delincuentes circulan libremente por las calles, un policía ejemplar, como el Coronel Carrión, está privado de su libertad y al borde de ser condenado, por simples “sospechas” de complicidad.
La ira gubernamental se descargó sobre el Coronel después que éste aseguró, en un canal de televisión internacional, que ningún policía tuvo la intención, al interior del hospital policial, de irrespetar y, peor, atentar en contra de la integridad del Primer Mandatario.
Las palabras de la hija del Coronel en defensa de la inocencia de su padre fueron más conmovedoras que la imagen. Imploró a los gobernantes, fiscales y jueces que dejen en libertad a su padre. No le hicieron caso.
Lo interesante es que ni la imagen ni las palabras de la jovencita cayeron en el vacío. La ciudadanía fue muy receptiva, a tal punto que en las redes sociales se tejió una extensa solidaridad de apoyo.
Mientras el ajusticiamiento del Coronel sea percibido por la ciudadanía como eso, el ajusticiamiento de un inocente, su hija habrá logrado lo que, lamentablemente, no han podido conseguir los familiares de los jóvenes universitarios y ciudadanos sobre quienes existen órdenes de detención y de prisión preventiva, por haber exigido que los medios de información estatal respetaran la libertad de expresión y de información, en el trágico 30-S.