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Continúa la refutación de los principales errores de Hans Kung
Pero para esto es preciso haber recibido el sacramento del orden y todo sacerdote válidamente ordenado mientras no se halle privado de su ministerio, puede convertir el pan y el vino en la Carne y sangre del Hijo de Dios hecho hombre.
Es decir, contradiciendo el error de Hans Kung, no basta el sacerdocio real, que recae sobre todos los fieles sino que es necesario haber recibido el sacramento del Orden de un Obispo en comun unión (o comunión) con la Sede Apóstólica. Y es preciso ser de sexo masculino. La ordenación de mujeres de algunas denominaciones protestantes y de la Iglesia Anglicana representó un retroceso en el diálogo ecuménico.
Todavía más, cuando Hans Kung dice que la Iglesia católica está próxima a convertirse en secta ¿a qué se refiere? ¿al número? Eso no es del todo exacto. Se sabe que una parte muy importante y muy numerosa de la iglesia Anglicana está volviendo a la comunión con la Santa Sede, por ejemplo, y cada año hay veinte millones más de católicos en el mundo que el año anterior y aunque no fuera así, lo importante no es el número, sino el espíritu que haya, además eso es como si Dios no cumpliera sus promesas, “El dijo: Tu eres Pedro y sobre esta piedra fundaré mi Iglesia, y las fuerzas del Infierno no podrán contra ella” y “yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo”. Son las sectas las que se han separado de la Santa Madre iglesia no es ella la que se ha separado, así que es fuera de toda lógica semejante proposición que no sin suma injuria pretende equiparar la Verdadera y única religión revelada a las demás religiones, Según el Cardenal Merry del Val, Dios castigó a toda Europa por ese error con la I Guerra Mundial.
Tiene la osadía de cuestionar el celibato sacerdotal cuando ha sido norma de la Iglesia por siglos aunque en todas las épocas ha habido (y actualmente son minoría) malos sacerdotes que dan escándalo, pero también pocos hombres ha habido tan lujuriosos como Aurelio Agustín de Hipona y sin embargo él pudo con la gracia de Dios y el esuerzo personal convertirse en casto y ser llegar a ser el gran San Agustín, Obispo de Hipona y Padre de la Iglesia Latina.
Oigamos a S.S: Paulo VI en su carta encíclica Sacerdotalis Caelibatus:
Semejante coro de objeciones parece que sofocaría la voz secular y solemne de los pastores de la Iglesia, de los maestros de espíritu, del testimonio vivido por una legión sin número de santos y de fieles ministros de Dios que han hecho del celibato objeto interior y signo exterior de su total y gozosa donación al misterio de Cristo. No: esta voz es también ahora fuerte y serena; no viene solamente del pasado, sino también del presente. En nuestro cuidado de observar siempre la realidad, no podemos cerrar los ojos ante esta magnífica y sorprendente realidad; hay todavía hoy en la santa Iglesia de Dios, en todas las partes del mundo, innumerables ministros sagrados ¾ subdiáconos, diáconos, presbíteros, obispos¾ que viven de modo intachable el celibato voluntario y consagrado; y junto a ellos no podemos por menos de contemplar las falanges inmensas de los religiosos, de las religiosas y aun de jóvenes y de hombres seglares, fieles todos al compromiso de la perfecta castidad, castidad vivida no por desprecio del don divino de la vida, sino por amor superior a la vida nuestra que brota del misterio pascual; vivida con valiente austeridad, con gozosa espiritualidad, con ejemplar integridad y también con relativa facilidad. Este grandioso fenómeno prueba una singular realidad del reino de Dios, que vive en el seno de la sociedad moderna, a la que presta humilde y benéfico servicio de luz del mundo y de sal de la tierra. No podemos silenciar nuestra admiración; en todo ello sopla, sin duda ninguna, el espíritu de Cristo.
La castidad es una gracia de Dios, nadie puede ser casto sólo por sus propios medios es preciso pedirlo a Dios en la oración y ser humilde al parecer el pobre Padre Alberto Cutié no supo perseverar en la oración, ¿comería sin sobriedad? se confió a sus propias fuerzas, no fue humilde, no se alejó a tiempo de la amistad de esta señora, no evitó ocasiones peligrosas, esta amistad se volvió pasión y terminó pecando .
¿Perdería tal vez el espíritu sacerdotal por el cual se conserva el gusto por las prácticas de la religión “que siempre son nuevas “ según San José Cafasso?
Porque cuando hay verdadera vocación se vive esa vida con ilusión, con ideal, pero cuando falta esta no hay quien la aguante.
Y es que la castidad y la humildad van juntas, quien no sabe orar así como no sabe ser casto siendo soltero o célibe consagrado, tampoco sabe ser fiel si es casado.
En los Estados unidos y en España, cuando un paciente empieza a desarollar un interés amoroso por su psiquiatra, cuando son de sexos opuestos o peor aun del mismo sexo, , el profesional se aparta y lo remite a otro profesional del mismo ramo que continúe tratando a la persona.
También asegura engañando que S.S. Benedicto XVI le ofreció revocar la posición de su predecesor Paulo VI en la encíclica Humanae Vitae, lo cual no creo: los pronunciamientos sobre dogma o Moral de los Papas son irrevocables, no hay vuelta atrás, lo que su Santidad el Papa actual pudo ofrecerle es revisar el documento y ampliarlo o publicar uno nuevo mostrando la posición de la Iglesia respecto a los últimos medios de contracepción por ejemplo, la píldora de “el día después”. También asegura que la Iglesia debería permitir el aborto cuando jamás la Iglesia lo permitirá. El óvulo fecundado es persona desde que el espermatozoide se une con el óvulo, ahí empieza la animación.
ACERCA DE LA FERTILIZACION IN VITRO
Existe una instrucción muy valiosa emitida por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe cuyo nombre es “Donum vitae”Paso a reproducirlo en parte:
¿Qué criterios morales deben ser aplicados para esclarecer los problemas que hoy día se plantean en el ámbito de la biomedicina? La respuesta a esta pregunta presupone una adecuada concepción de la naturaleza de la persona humana en su dimensión corpórea.
En efecto, sólo en la línea de su verdadera naturaleza la persona humana puede realizarse como "totalidad unificada"[9]. Ahora bien, esa naturaleza es al mismo tiempo corporal y espiritual. En virtud de su unión sustancial con un alma espiritual, el cuerpo humano no puede ser reducido a un complejo de tejidos, órganos y funciones, ni puede ser valorado con la misma medida que el cuerpo de los animales, ya que es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta.
¿Qué juicio moral merece el uso para la investigación de embriones obtenidos mediante la fecundación "in vitro"?
Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos y sujetos de derechos: su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como "material biológico" disponible.
En la práctica habitual de la fecundación in vitro no se transfieren todos los embriones al cuerpo de la mujer; algunos son destruidos. La Iglesia, del mismo modo en que condena el aborto provocado, prohibe también atentar contra la vida de estos seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos "in vitro" con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial o mediante la "fisión gemelar". Comportándose de tal modo, el investigador usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quién permitirá vivir y a quién mandará a la muerte, eliminando seres humanos indefensos.
Los métodos de observación o de experimentación, que causan daños o imponen riesgos graves y desproporcionados a los embriones obtenidos in vitro, son moralmente ilícitos por la misma razón. Todo ser humano ha de ser respetado por sí mismo, y no puede quedar reducido a un puro y simple valor instrumental en beneficio de otros. Por ello no es conforme a la moral exponer deliberadamente a la muerte embriones humanos obtenidos in vitro. Por haber sido producidos in vitro, estos embriones, no transferidos al cuerpo de la madre y denominados "embriones sobrantes", quedan expuestos a una suerte absurda, sin que sea posible ofrecerles vías de supervivencia seguras y lícitamente perseguibles
Oigamos a S.S. Juan Pablo II en la Carta encíclica “Evangelium vitae”
La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pide su eliminación, e incluso la procura
Pero la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto y, en la medida en que haya dependido de ellos, los administradores de las estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos. Una responsabilidad general no menos grave afecta tanto a los que han favorecido la difusión de una mentalidad de permisivismo sexual y de menosprecio de la maternidad, como a quienes debieron haber asegurado —y no lo han hecho— políticas familiares y sociales válidas en apoyo de las familias, especialmente de las numerosas o con particulares dificultades económicas y educativas. Finalmente, no se puede minimizar el entramado de complicidades que llega a abarcar incluso a instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan sistemáticamente por la legalización y la difusión del aborto en el mundo. En este sentido, el aborto va más allá de la responsabilidad de las personas concretas y del daño que se les provoca, asumiendo una dimensión fuertemente social: es una herida gravísima causada a la sociedad y a su cultura por quienes deberían ser sus constructores y defensores. Como he escrito en mi Carta a las Familias, « nos encontramos ante una enorme amenaza contra la vida: no sólo la de cada individuo, sino también la de toda la civilización ».56 Estamos ante lo que puede definirse como una « estructura de pecado » contra la vida humana aún no nacida.