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¿Cómo pueden insultar nuestra inteligencia de esta forma? ¿Acaso nos acusan a todos los ecuatorianos de ser golpistas por querer modificar la constitución que nos gobierna?
El ex presidente Rafael Correa fue entrevistado por CNN el pasado día 4 de este mes y aprovechó para defender a Jorge Glas y para criticar la consulta popular en marcha.
Su intervención estuvo plagada de contradicciones. Alagaba constantemente al entrevistador después de haberlo insultado de la manera más infame en sus sabatinas, llamó como “la nación más exitosa del mundo” al antes llamado “oprobioso imperio yanqui”, y se presentó en la cadena internacional a la que acusó de conspirar en su contra llamándola golpista. Así fue de hipócrita.
Despreció la consulta popular y la calificó como un “golpe de estado plebiscitario”. Es decir, los mismos que hablaron de un “golpe de estado blando”, de desestabilizaciones imaginarias y de intentos de fingidos de magnicidio, ahora dicen que la herramienta de democracia directa por excelencia es un golpe de estado. Increíble. La democracia, para estos, es lo que ellos, los revolucionarios, digan, no lo que diga la gente en las urnas.
Lo que sí es cierto es que las consultas populares pueden ser tramposas. Por ejemplo, la consulta de 2011 convocada por el mismo Correa, para invadir a la justicia y meter las manos en las cortes, fue una trampa política para derogar la independencia judicial. A partir de entonces empezó la manipulación de la justicia, el acoso a los jueces y la persecución a los adversarios políticos. Se intensificó la judicialización de la política que el ex mandatario aseguró que sucede desde que él está lejos del poder.
Derogar la reelección indefinida es volver a los principios que dieron vida la Constitución de Montecristi. Otra cosa es que discrepemos con esta constitución, pero ese es otro debate. En el texto constitucional original se consagró el derecho de todos a participar en las decisiones públicas, a convertirse en actores políticos electivos y obligó a la alternabilidad en el poder. Pero Correa llamó a esta reparación constitucional como un “golpe de estado”.
Es al revés. El correismo dio un golpe de estado parlamentario en diciembre de 2015 al reformar su estructura fundamental y derogar la norma de límites temporales al ejercicio del poder, sin recurrir a la consulta de referendo o a la asamblea constituyente, y todo para permitir que su mesías se reelija las veces que les plazca. Todo que unos pocos puedan conservar el poder. Absurdo.
Después de descabezar al poder legislativo en el 2006, de cesar a la Corte Suprema en el 2009 y al Tribunal Constitucional en el 2011, como de reformar la estructura fundamental del estado en el 2015, pocas dudas quedan de la vocación antidemocrática y golpista del correismo.
Un golpe de estado contemporáneo necesita eliminar las instituciones del estado para concentrar el poder en uno o pocos, como en el caso de un golpe de estado palaciego
Los correistas repiten fanáticamente que la voluntad popular no puede prevalecer sobre la constitución. Eso es lo más tonto que han dicho. Una constitución es un pacto social para la fundación de un estado, la organización de un gobierno, y la declaración de los derechos ciudadanos. Si estos ciudadanos deciden modificar ese pacto, entonces se cambia total o parcialmente esa constitución.
Eso es lo que se hará esta vez. Se preguntará a la gente si quieren o no que una sola persona pueda reelegirse indefinidamente y prohibir que se beneficie de los recursos del estado para ganar cada elección.
Un golpe de estado no puede ser plebiscitario. Esa es una contradicción ridícula. Un golpe de estado clásico necesita de la ejecución de medidas violentas para provocar una acefalía de los detentadores del poder, como en el caso de una revolución armada; mientras que un golpe de estado contemporáneo necesita eliminar las instituciones del estado para concentrar el poder en uno o pocos, como en el caso de un golpe de estado palaciego. Para ambos casos, la decisiones para la usurpación de un gobierno se adoptan en secreto, por unos cuantos privilegiados que buscan conservar, recuperar o conseguir una parcela de poder político.
Un golpe de estado es una expresión sinónima de una dictadura, mientras que un plebiscito es democrático, pluralista, universal, directo y abierto. Plebiscito no equivale, ni puede analogarse con una dictadura, a menos que los correistas se refieran a las elecciones de Cuba, Irán o Corea del Norte, que son precisamente son sus socios ideológicos.
¿Cómo pueden insultar nuestra inteligencia de esta forma? ¿Acaso nos acusan a todos los ecuatorianos de ser golpistas por querer modificar la constitución que nos gobierna?
Estos ya perdieron toda cordura.