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El jaguar latinoamericano del correísmo resultó ser lo mismo que la Grande y Felicísima Armada Invencible. Resultó ser un nombre atribuido con soberbia y una “empresa” destinada al fracaso
La Armada Invencible fue la flota de embarcaciones de naturaleza militar ordenada por Felipe II para destronar a Isabel I e invadir Inglaterra. El primero, monarca español, decretó el desembarco de 127 barcos y 30 mil hombres en las costas británicas, y partió a finales de julio de 1588 del puerto de Lisboa en Portugal y de las posesiones españolas en los actuales Países Bajos.
La denominada como “Empresa de Inglaterra de 1588” y en otros casos “Grande y Felicísima Armada” (porque, por entonces, los nombres patrioteros también acompañaban a las gestas grandilocuentes) terminó en un rotundo fracaso. Las turbulentas condiciones meteorológicas en el mar llevaron al naufragio de casi un tercio de las embarcaciones y las demás tuvieron que volver a España.
La Armada Invencible resultó vencida por el mar. Felipe II respondió a la derrota con una frase popularmente atribuida a él: “Mandé mis barcos a luchar contra los ingleses, no contra los elementos”.
Con esta reacción el entonces Rey de España, después de la aparatosa derrota, evitó asumir las consecuencias de una decisión posiblemente mal adoptado y culpar a “elementos” ajenos al ataque militar y sus consecuencias.
Los gobiernos populistas de nuevo cuño responden a una fórmula similar. Adoptan decisiones sin reconocer su responsabilidad y culpando a elementos ajenos en cada uno de sus fracasos.
La comparación la escuché de María Belén Arroyo, editora de la Revista Vistazo y apreciada amiga. Ella comparó la fracasada empresa armada de Felipe II y sus aspiraciones grandilocuentes con el gobierno del presidente Rafael Correa.
Felipe II al conocer el fracaso de su empresa culpó a causas externas de la misma forma que el presidente ecuatoriano culpa a la caída de los precios del petróleo de sus malas decisiones políticas.
El jaguar latinoamericano del correísmo resultó ser lo mismo que la Grande y Felicísima Armada Invencible
La venta de la Central Hidroeléctrica Sopladora, del Banco del Pacífico, de la Empresa de Aviación TAME, de los medios de comunicación incautados responde, según el presidente Correa a paliar los efectos del terremoto del 16 de abril.
El primer mandatario ha defendido su decisión de eliminar los fondos de emergencia y aun cuando recibiera múltiples críticas de expertos, en otra columna expliqué cómo evitando las sabatinas, acosadores virtuales y cargos inútiles, Correa pudo ahorrar 3.205 millones de dólares para los casos de desastre, aun después de eliminar todos los fondos de emergencia. Con esto se pone en evidencia que el despilfarro está presente en todos los costados del gobierno correísta.
Con un aparato de propaganda agobiante y presente en todas partes, el correísmo se esmera en hacer creer que antes de la caída de los precios del petróleo teníamos un auténtico genio al mando del gobierno. Pero aun con toda la bonanza de recursos el gobierno se endeudó y ahora tiene que pagar esas deudas.
La respuesta a la crisis es negar la crisis, culpar a la dolarización y a la disminución de las rentas petroleras, sostener el gasto público sin hacer recortes significativos, privatizar, aumentar los impuestos y retornar al repudiado Fondo Monetario Internacional. Hacen casi lo mismo que en la “larga noche neoliberal” tan denostada por los henchidos correistas en época de vacas gordas y de despilfarro.
El jaguar latinoamericano del correísmo resultó ser lo mismo que la Grande y Felicísima Armada Invencible. Resultó ser un nombre atribuido con soberbia, que no pudo con la inclemencia de los “elementos” externos, que atribuye a otros la consecuencias de sus propios errores, y una “empresa” destinada al fracaso.