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El morenismo es hijo del correísmo. Aliarse a los movimientos sociales, debilitados durante el correísmo, es solo un pretexto para justificar la lucha en contra del auténtico adversario del régimen actual
Alianza País jamás fue un partido político en sentido estricto. Fue un club de enemigos para servirse de la política. Por eso se entiende que hoy Jorge Glas esté solo.
Las únicas motivaciones para defender al vicepresidente caído en desgracia consistirían en intentar blindar al ex presidente Rafael Correa, líder histórico del club, quien sería el siguiente en ser investigado. Con sus principales guías anulados sería imposible conservar su organización política, participar en elecciones y recuperar el poder.
El morenismo es la prolongación del correísmo. Por eso cumple el mismo libreto, pero con distintos cabecillas. En la década ganada, el régimen de Rafael Correa persiguió inmisericordemente a sus adversarios políticos, convertidos en enemigos mortales, y consiguió encerrar tras las rejas en unos casos, y amedrentar en otros, a centenares de líderes sociales y sindicales, a actores políticos y a periodistas. Hoy el morenismo hace exactamente lo mismo, pero con enemigo propio. ¿Por qué?
Las centrales sindicales, las organizaciones gremiales, las federaciones estudiantiles, los movimientos sociales, campesinos e indígenas, los periodistas y más frentes de la sociedad civil fueron los reales enemigos políticos del gobierno de Correa durante toda su década autoritaria. Los mismos sectores que lo llevaron al poder fueron traicionados y después cruelmente proscritos.
Fue imprescindible repelerlos mediante el acoso político, perseguirlos judicialmente y, finalmente, ilegalizarlos. Con el tiempo, todo este tejido de redes sociales perdió fuerza y se convirtió en un actor que apeló a la resistencia. El correísmo consiguió debilitar a la sociedad civil como su principal enemigo político. El enemigo de Rafael Correa fue la izquierda militante.
Hoy, el enemigo del morenismo es una enorme red de clientes sin ideología. Es el tejido de barrigas agradecidas que se enriqueció durante toda la década pasada y que es la fuente de financiamiento del alianciasmo. Son los mismos que están dispuestos a pagar aviones privados, buses con simpatizantes, llenar explanadas, alimentar a los asistentes, instalar tarimas y costear fiestas privadas.
El correísmo consiguió debilitar a la sociedad civil como su principal enemigo político
Se trata de un enemigo muy peligroso porque tiene dinero por montones y la prepotencia de quienes hicieron lo que quisieron durante diez años sin interrupción. Por eso el morenismo busca eliminar a los reyes de este tablero de redes clientelares, encerrarlos por corrupción, ilegalizarlos en las próximas elecciones y desmantelar a la organización política que les permitía conservar el poder.
Pero esto no causa ninguna sorpresa. El morenismo es hijo del correísmo. Aliarse a los movimientos sociales, debilitados durante el correísmo, es solo un pretexto para justificar la lucha en contra del auténtico adversario del régimen actual, el usurpador de la sociedad civil, el aliancismo encaramado en el Estado. Es hacer lo mismo que el correísmo durante sus inicios: proscribir a quienes lo llevaron al poder.
Jorge Glas es el heredero de Rafael Correa. Por sus manos pasaron los negocios e inversiones estatales de mayor monto de la historia republicana, a partir de la posesión presidencial de Correa en 2006.
No es una casualidad que el fortín electoral del aliancismo sea la zona de la cuenca hidrográfica del Guayas que es el territorio más densamente poblado del país, en donde habitan 1 de cada 4 electores ecuatorianos, que sea el circuito geográfico de mayor gasto público y en donde mejores resultados electorales ha cosechado el movimiento oficialista en las últimas elecciones presidenciales. En Guayas, Manabí, los Ríos y Azuay, Alianza País se impuso con un promedio del 45% de los votos en la primera vuelta y en el balotaje con el 58%, creciendo hasta los 13 puntos entre cada ocasión. Ahí están los clientes y electores de Correa, de Glas y del correismo.
Con sus líderes presos o perseguidos, será imposible levantar toda esa maquinaria clientelar que ahora buscará refugio en el nuevo dueño del Estado, para evitar ser acusados o para seguir lucrando. Aquí no hay ideologías, principios o coherencia, solo hay huérfanos de un poder quienes nunca vivieron de otra cosa que no fuera del Estado.
Esta es la lección política que nos dejan estos impostores. Quien se siente en el trono del poder debe matar al anterior régimen. El Estado constitucional, el diálogo o volver a tener patria son tapaderas para conseguir lo mismo. A rey muerto, rey puesto. Sucesores y sucedidos, traidores y traicionados. Lo mismo de siempre.
Hoy, el enemigo del morenismo es una enorme red de clientes sin ideología
¡Qué viva el nuevo rey!