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La jugada maestra no fue jugada ni fue maestra. La primera de la lista, María Paula Romo, no tendría, como no tuvo, los votos para elegirse vicepresidenta. Al parecer, tampoco lo quería. ¿Por qué?
La jugada maestra no fue jugada ni fue maestra. La primera de la lista, María Paula Romo, no tendría, como no tuvo, los votos para elegirse vicepresidenta. Al parecer, tampoco lo quería. De ser la titular de la cartera de Estado más importante en el gobierno a pasar a convertirse en la subalterna del presidente Moreno hay una gran distancia.
En un sistema presidencialista quien gobierna es el presidente, no el vicepresidente. El vicepresidente no cogobierna, asume las funciones del titular de la función en ausencia temporal o definitiva del presidente. Además cumple con las funciones que el presidente le delegue y que en cualquier momento se las puede quitar. ¿La ministra Romo aspiraba a convertirse en vicepresidenta para sustituir al presidente Lenin Moreno en su eventual ausencia definitiva? ¿Moreno se ausentaría por lo mismo que no se ha ausentado durante todo su mandato? Eso no tiene sentido.
Ni Romo, ni Roldán, tuvieron nunca los votos para elegirse. Y lo sabían. Entonces se hicieron acompañar de alguien que no se gastara en el debate público, que empujara a una votación en una legislatura fragmentada y atemorizada por el ministerio de la ley, y que finalmente ocupara el puesto dejado en acefalía por Otto Sonnenholzner sin hacerle sombra. Los chicos ruptura siguen apostando por el ex vicepresidente como carta de negociación para las próximas elecciones.
Sonnenholzner, como Muñoz, también salió de la nada. Es un empresario y radiodifusor sin experiencia en la política, que luce dinámico por su juventud, que habla mirando a la cámara y que, con una voz de sereno catarro, trabajó en las redes sociales, conectó con el electorado milenial así como tropezó con una eventual candidatura presidencial que ahora mismo medita. Ese mismo Sonnenholzner recibió el apoyo del bloque de CREO, partido de apoyo del gobierno nacional hasta hace poco. Por eso seguramente Guillermo Lasso debe estar irritado con este globo de ensayo inflado por las redes sociales.
Nunca hubo ni ajedrez, ni tablero, ni jugada, ni conspiración. Solo hubo dos escenarios y, dadas las circunstancias, apostaron por el segundo
El ex vicepresidente es un aspirante interesante por su identidad con el electorado joven, pero es débil por su inexperiencia política, por la falta de un apoyo partidario propio y por ser un candidato creado por el internet. ¿En el Facebook, en el Twitter o en el Whatsapp está el Ecuador profundo, el que elige presidentes? Obviamente no.
El presidente Moreno presentó su terna el 10 de julio. Estaba integrada por su secretaria de Gobierno, su secretario de la Presidencia y su directora de Aduanas. En su mejor momento, el gobierno tuvo en la Asamblea Nacional 71 legisladores de 137. De estos, 40 son de Alianza País, 20 de CREO y 11 aliados. Este bloque adversaba con una oposición compuesta por 29 ex Alianza País, 16 del PSC, 7 del MUPP y 16 independientes.
Desde el 31 de enero el gobierno no cuenta con CREO. Sin su aliado estratégico, el morenismo tendría que conseguir apoyos lejos de sus antiguos copartidarios de AP y sus anteriores coaligados del PSC. Para poner en la vicepresidencia a cualquiera de la terna, el oficialismo tenía que mantener a sus aliados que ya se fueron, prescindir de CREO con 20 nuevos votos y comprometer a opositores para sumar 30 a los 40 disponibles. Eso siempre fue imposible.
El diablo se esconde en los detalles. Mientras todos hablaban sobre conspiraciones, banqueros, filtraciones o acusaciones, la Asamblea eligió la tercera de la lista, lo que evitó que se produjera una innecesaria parálisis institucional entre el Ejecutivo y el Legislativo.
Ni Romo, ni Roldán, tuvieron nunca los votos para elegirse. Y lo sabían. Entonces se hicieron acompañar de alguien que no se gastara en el debate público
Nunca hubo ni ajedrez, ni tablero, ni jugada, ni conspiración. Solo hubo dos escenarios y, dadas las circunstancias, apostaron por el segundo. ¿Ganaron?