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En un país de tan pocas dimisiones ¿por qué lo ha hecho Dívar? ¿Qué hace este caso diferente a otros de supuesta corrupción?
A Dívar se le acusa de malversación de fondos públicos. Supuestamente de forma ilícita gastó dinero público para actividades privadas. El catálogo de políticos, de altos cargos y de simples directores de área que en sus visitas, a Madrid pongamos por caso, tiran del dinero público para pagarse whiskies, polvos y cenas de lujo es inmenso. Ese tipo de corrupción, el robar, porque mera y llanamente eso es robar, aunque en jerga legal se tipifique de otra manera, es un problema endémico en España y por eso pocos han dimitido y menos aún han sido encausados, juzgados y sentenciados. ¿Qué hace este caso diferente? El morbo. Detrás de este asunto, supuestamente, hay pantalones, porque si de faldas se tratara, muy probablemente en algún selecto bar de las proximidades del Supremo, sus togados compañeros, salvo sus declarados enemigos, andarían de chanzas y le dirían: ¡Joder, tío, cómo te lo montas! Y, además, también, la propia personalidad de Dívar, notorio conservador y ferviente católico. Si este hombre ha dimitido no es porque haya empezado una regeneración en la vida política española, ¡qué va! Lo ha hecho por esas circunstancias que hacen que este supuesto caso de corrupción sea especial. Hay gente empeñada en mezclar la supuesta malversación con la sexualidad del ex presidente del Supremo. Sorprendentemente, gente gay también lo está mezclando, sin darse cuenta que al final la película va a ser una cosa de “maricones”, que son los malos. No, Dívar se ha puesto en la picota, no por su posible o supuesta homosexualidad, que afortunadamente no es delito en España, sino por su supuesta corrupción. Y por hipócrita, por no ser consecuente con lo que predica. En sus sentencias, claro, que son las únicas prédicas que a un magistrado se le deben permitir. Aunque algunos dirán que en el pecado lleva la penitencia, no le quedaba otro camino que dimitir.
Porque si de faldas se tratara, sus togados compañeros andarían de chanzas con él y le andarían diciendo: ¡Joder, tío, cómo te lo montas!