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Vera dejó la pantalla chica para liderar marchas de protesta
Con un libro testimonial y dos concentraciones callejeras, uno de los mejores periodistas de la televisión ecuatoriana anunció, con audacia y arrojo, su decisión “política” de revocar el mandato del Presidente de la República. Tomó la iniciativa alrededor de un asunto discutible en lo estratégico. La revocatoria requiere un número considerable de firmas “juramentadas” y de la aprobación de rigurosísimos filtros constitucionales. Además, podría ser la oportunidad ideal para que se relegitime el primer Mandatario, muy venido a menos por la crisis económica, la delincuencia, las denuncias en contra del círculo rosa y el insoportable autoritarismo.
No han faltado quienes le han recordado que él, en su época de periodista combativo, fue uno de los artífices de la primera victoria electoral del Presidente, así como de la temprana consolidación del régimen autoritario. En sus espacios televisivos dio amplia cobertura al candidato de la revolución ciudadana y magnificó su programa de cambio, en medio de fuertes denostaciones a los políticos de la partidocracia y de la larga noche neoliberal. Aún más, llegó al extremo, el 2007, de suscribir la medida presidencial de “liquidar” a la oposición parlamentaria e instalar una Asamblea Constituyente de plenos poderes.
En una carta publicada recientemente en la prensa capitalina, en respuesta al objetivo emplazamiento que le hiciera Carlos Larreátegui, admitió haber apoyado al Presidente y, como hombre de bien, reconoció que se equivocó. Con ello, alejándose de la infalibilidad que irradiaba en sus transmisiones televisivas, envió una señal positiva a los opositores de “cepa”, esto es, a aquellos que nunca fueron seducidos por las ofertas del socialismo mercantilista del Siglo XXI. Faltan, en todo caso, más señales para los “duros” de la resistencia, entre ellos, para los que defienden un programa de cambio alternativo, elaboran estrategias, construyen redes de acción, forman opinión pública y, en último término, tienen la persistencia y los medios para combatir el autoritarismo de Carondelet.
No es fácil, para quien se identificó con el proyecto inicial de la revolución ciudadana, ganar legitimidad entre los que se han jugado el todo por el todo para defender la economía social de mercado, el Estado constitucional libertario y el pluralismo democrático. La presencia en concentraciones y marchas, a las que acuden, sobre todo, los inconformes del momento, otorga cierta legitimidad. Nada más.
La resistencia democrática, construida durante más de tres años de lucha política en contra del llamado socialismo del siglo XXI, está más allá de la masa de inconformes y decepcionados, que vienen y se van, según los ánimos y la fogosidad de los discursos.
La constitución abre la posibilidad a varias opciones democráticas, entre ellas, la revocatoria del mandato de los asambleístas, la reforma constitucional y la instalación de una constituyente
Ante la incertidumbre sobre la viabilidad estratégica de la revocatoria del mandato presidencial, el antiguo periodista y, ahora, con pleno derecho, político, ha escogido, como caballo de batalla, el Proyecto de Ley de Comunicación. Para alguien que recién comienza a hacer política de verdad fue una acertada decisión coyuntural. ¡Adelante en la defensa de la libertad de pensamiento y de información!.
¿Qué hacer una vez que el Proyecto se convierta en Ley o ya no sea ni lo uno ni lo otro?. ¿Volver los ojos a la revocatoria del mandato presidencial?. ¿Por qué no explorar otros caminos?. ¿No es más realista y menos riesgosa la revocatoria del mandato de los asambleístas o la reforma plebiscitaria de la Constitución?.
Carlos Vera es un periodista de gran talento y valentía. Tiene credibilidad y un respetable capital político propio. ¿Hasta dónde llegará?. Nadie sabe. Lo importante es que ha dado el primer paso para movilizar a los núcleos activos de la oposición. Con un discurso más elaborado y un programa de cambio, distinto del que él apoyó el 2006 y el 2007, puede llegar muy lejos. Todavía debe pasar mucha agua bajo el puente. En política, el decurso del tiempo puede dar lugar a que alguien suba como la espuma o descienda como la lluvia. Los tiempos cuentan. El “timing” importa, suelen decir los consultores políticos. Y Vera lo sabe.
Conocí a Carlos, a principios de la década de los ochenta, en la Facultad de Jurisprudencia de la PUCE, donde era una especie de estudiante itinerante, debido a sus ocupaciones periodísticas. Durante mi actividad pública fui su entrevistado en varios programas televisivos. Siempre me impresionó su agudeza y agilidad mental. Rápido para hacer preguntas inteligentes y aún más veloz para repreguntar con perspicacia. Cuando era Ministro de Información de Sixto apoyó decididamente para que Ambato fuera la sede de los juegos bolivarianos, de lo cual le agradecí, oportunamente, en mi condición de Alcalde. En su último libro ha tenido la gentileza de mencionarme, con consideración, a propósito de mi fallida candidatura presidencial ocurrida en medio del ardid empleado por coidearios que prefirieron la comodidad de la lucha política cantonal.
Carlos Vera es, por lo pronto, una luz que se ha prendido. Ojalá no se apague y, más bien, provoque que se enciendan otras luces más en la orilla de los que quieren “cambiar el rumbo del cambio”.
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La revocatoria del mandato presidencial no puede ser el único objetivo