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La catástrofe nos dejó una sociedad valiente, decidida y organizada, que no aceptará más imposiciones de estos antrofobos y más miedosos de las capacidades de todo un pueblo convertido en ejemplo de unidad para el mundo entero
El correísmo no entendió las lecciones de la catástrofe. Al contrario, intenta devorar a la sociedad civil que le dio una lección de organización, solidaridad y decencia. No son capaces de distinguir las diferencias prácticas entre estado, gobierno y partido, y se creen los dueños de todo por ser una casta hegemónica (en retiro, por supuesto). Entonces creen que existe un falso dilema entre sociedad y estado.
De hecho, claro que hay un falso dilema, planteado así. El estado es la sociedad politicamente organizada. Pero ellos, los revolucionarios correístas, componen temporalmente el gobierno a través de su partido político y por esto se creen el estado y la sociedad civil al mismo tiempo. Aquí está la trampa.
Ellos no son ni la sociedad ni el estado, son el partido en el gobierno. Nada más. Entonces, claro que existe oposición y contradicción entre la sociedad civil y su partido político porque son dos cosas distintas. La sociedad civil responde a su propia dinámica e imaginarios colectivos. No responde a un “mandamás”, a un “gran líder” o a una disciplina partidaria temporal porque la sociedad está por encima de cualquier institución partidista, política o representativa. La sociedad civil es anterior y superior al estado como institución permanente y al partido de gobierno como vehículo que temporalmente administra el poder.
La sociedad vota en elecciones por un conjunto de representantes para que se hagan cargo de su gobierno, pero el gobierno jamás está por encima de la sociedad. Es siempre al revés.
Pero los correístas no pueden entender este principio sencillo de la política. Entonces se entiende por qué confunden las cosas. Creen equívocamente que existe un falso dilema entre sociedad civil y estado. Pero el dilema real consiste en confundir al partido que gobierna, con el gobierno y el estado. Por eso quieren quedarse perpetuamente en el poder, porque creen que ellos son la sociedad, el gobierno y el estado al mismo tiempo. Se creen que son el alfa y el omega, lo temporal y lo trascendente. ¡Qué equivocados están!
El estado es la institución que representa los intereses de la sociedad civil. El gobierno es el administrador de los bienes de esa sociedad y el partido es el vehículo que conduce a los representantes al poder. En todos los casos se produce un despojo de los intereses personales y desaparece la figura de la representación de los intereses parciales.
Esto significa que el correísmo dejó de representarse a sí mismo y a sus intereses cuando ganó las elecciones. En cuanto se posesionó del gobierno se convirtió en el administrador y representante de los intereses de toda la sociedad civil, no solamente de la parcialidad que votó por ellos.
Pero eso, otra vez, no lo entienden los correístas. Ellos creen que la sociedad civil es divisible y que ellos representan a la parcialidad de intereses que votó por ellos. Entonces se entiende mejor por qué ven como enemigos y rivales a la parte de la sociedad que no votó por ellos o que votó por alguien más. Por eso para esta gente es tan necesario rivalizar y confrontar, como dijo el presidente Correa en el discurso de posesión presidencial del 24 de mayo de 2013. Si no ven cucos por todas partes se cae a pedazos su ideología.
Para evitar el fortalecimiento de la sociedad por fuera de los límites de su estado obeso crearon instituciones para limitar la libertad
Esto justifica la obsesión del correísmo de desaparecer toda forma de pensamiento crítico e independiente. Justifica también su obsesión por quedarse en el poder para siempre. Les horroriza pensar en un estado funcional y pluralista, donde tienen cabida todas las voces de una sociedad indivisible. Les aterra un estado y un gobierno sometidos las cargas impuestas por una sociedad civil crítica, informada y autónoma.
Para evitar el fortalecimiento de la sociedad por fuera de los límites de su estado obeso crearon instituciones para limitar la libertad. Expidieron el decreto para disolver los organismos de la sociedad civil que no se ajustaran a su plan nacional del buen vivir, impusieron su ley de comunicación para amordazar la información en las cadenas de noticias no dependientes del gobierno y estatizaron la comunicación convirtiéndola en servicio público.
Pero esto no es todo. El presidente Correa fue a quejarse de la sociedad civil en el Vaticano, justo antes de la catástrofe del sábado 16 de abril. Dijo que la sociedad civil es un peligro para los gobiernos progresistas y que su nivel de independencia atenta a su comprensión personal de la democracia.
Mientras estuvo en tierras mediterráneas sucedió la tragedia. Después de que miles padecieran bajo los escombros, fue precisamente la sociedad civil la que salió al rescate de los ecuatorianos. Fue la sociedad civil nacional e internacional la que movilizó millones en donativos, miles de manos voluntarias y centenares de rescatistas. Dos días después de la tragedia, el presidente Correa empezó a espabilar los esfuerzos estatales, pero la sociedad ya había reaccionado, dando una cachetada con guante blanco al ostracismo del mismo presiente que fue a lamentarse en los foros internacionales sobre la misma sociedad civil que hoy es un ejemplo para el mundo.
Los revolucionarios correístas creyeron en un estado centralista y vertical desde que se enquistaron en el poder. Con muchísimos recursos antes era más fácil sobornar a su clientela con retribuciones, contratos y cargos públicos, pero ahora que el dinero escasea su modelo cojea.
Esto explica por qué el correísmo ha bloqueado todo intento de consulta popular propuesta por grupos independientes, por qué se aceptó indolentemente la consulta de las pamelas para reelegir a perpetuidad a su gran líder, por qué invadieron los campamentos de los voluntarios civiles e intentan imponer sus órdenes por la fuerza, por qué etiquetaron los donativos con emblemas del partido antes de ser entregados a las víctimas de la tragedia.
La antrofobia es el miedo por la sociedad. Eso es de lo que padece el correísmo. A ellos son les gustan sus muchedumbres de clientes. Pero no solamente son antropofobos, ahora se convertirán en antropófagos. Como antropófagos intentaran devorar a la sociedad civil. Eso no sucederá ni en sus sueños. La catástrofe nos dejó una sociedad valiente, decidida y organizada, que no aceptará más imposiciones de estos antrofobos y más miedosos de las capacidades de todo un pueblo convertido en ejemplo de unidad para el mundo entero.